
El Muyo, el pueblo negro que brilla bajo el sol
En un rincón escondido al norte de Segovia, entre montañas cubiertas de brezo y robles, se levanta El Muyo, un pequeño pueblo de piedra y pizarra donde el tiempo parece haberse detenido. Aquí, las casas se confunden con la tierra oscura de la sierra y el silencio se convierte en un sonido más del paisaje. No es un lugar cualquiera: su historia, su arquitectura y las leyendas que susurran las piedras lo convierten en uno de los pueblos más misteriosos y bellos de la provincia.
7 curiosidades que (casi) nadie sabe de El Muyo
1. El pueblo más alto (y más negro) de Segovia
A más de 1.280 metros de altitud, El Muyo es uno de los pueblos más altos de la provincia. Pero lo que realmente lo distingue es su color: la pizarra negra cubre paredes, tejados y suelos, convirtiéndolo en una joya oscura que reluce cuando el sol la toca.
2. Una piedra que brilla como el carbón
Dicen los vecinos que, cuando llueve, las casas “encienden su luz”. El agua resbala por la pizarra y el pueblo entero parece chispear, como si ardiera por dentro. Es el motivo por el que muchos lo llaman “el pueblo negro que brilla bajo el sol”.
3. Una iglesia que mira al pasado
La iglesia de San Cornelio y San Cipriano, del siglo XVI, guarda una cruz procesional de plata que fue exhibida en las Edades del Hombre. Su interior, pequeño y sobrio, es un refugio de calma, donde todavía suenan los ecos de antiguos rezos serranos.
4. La leyenda del nombre
Nadie sabe con certeza de dónde viene el nombre “El Muyo”. Algunos lo relacionan con el adjetivo “mudo” o “mutilado”, otros con un antiguo propietario. Lo cierto es que el misterio acompaña al topónimo, como si el pueblo también tuviera su propio secreto.
5. Entre lobos y nevadas
Durante siglos, los inviernos aquí fueron tan duros que los lobos bajaban hasta las calles. Las casas se comunicaban por estrechos pasadizos, y los vecinos apenas salían más que para atender al ganado. Hoy, esas mismas calles guardan la memoria del silencio y la resistencia.
6. El arte de la pizarra
Cada muro es una lección de arquitectura popular: las lajas se colocan como escamas de pez, sin apenas cemento, ajustadas con paciencia. Los tejados parecen alas oscuras, inclinadas para que la nieve resbale. Todo encaja, como si el pueblo hubiera brotado de la montaña.
7. Un rincón que resiste al tiempo
Con apenas una docena de habitantes en invierno, El Muyo sigue en pie gracias al amor de quienes regresan cada verano. No hay tiendas ni bares, pero sí miradas cómplices, puertas entreabiertas y un aire de familia que no se compra ni se olvida.
8. Un retablo que renace
Explicación: “Las seis tablas del siglo XV atribuidas al Maestro de los Luna, cubiertas de polvo y repintes durante décadas, fueron restauradas gracias a la Junta, revelando nuevamente escenas de
martirio, lectura y devoción ante las que los visitantes hoy pueden quedarse en silencio.”
En El Muyo, cada piedra tiene memoria. El viento, el silencio y la pizarra forman una misma melodía: la del tiempo que no se rinde.
Quizá no haya multitudes ni escaparates, pero hay algo mucho más valioso: la certeza de que lo auténtico todavía existe, escondido entre las montañas de Segovia.
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