
MADRIGUERA, EL PUEBLO ROJO DONDE EL TIEMPO SE DETUVO
Entre los pliegues de la Sierra de Ayllón, en el nordeste de Segovia, se esconde Madriguera, un pequeño pueblo de apenas una veintena de vecinos que parece sacado de otro planeta. Sus casas, teñidas de tonos rojizos y ocres, reflejan la tierra ferruginosa que las vio nacer. No hay artificio: las piedras se extrajeron del propio suelo, y eso hace que todo el pueblo respire el color de su entorno.
Aquí el tiempo avanza más despacio. Las calles se retuercen entre muros irregulares, los tejados aún guardan tejas viejas, y los gatos parecen los únicos que patrullan en silencio.
10 curiosidades que quizás no sabías sobre Madriguera
1. Un pueblo de color Marte
La piedra con la que se construyeron las casas contiene óxido de hierro. Por eso el tono rojizo es natural —no hay pintura—. De ahí que muchos viajeros lo comparen con un paisaje marciano.
2. Formó parte de una pequeña “república arriera”
En el siglo XVIII había 85 arrieros censados: hombres que transportaban mercancías por toda Castilla con sus mulas. Fue uno de los pueblos más prósperos de la zona.
3. La iglesia fue cementerio
Hasta bien entrado el siglo XIX, los vecinos eran enterrados dentro del suelo de la iglesia de San Pedro Apóstol. Algunas lápidas aún muestran inscripciones gastadas.
4. Una pila viajera
La pila bautismal románica del templo fue seleccionada para una exposición de Las Edades del Hombre, donde representó al arte religioso rural de Segovia.
5. El lavadero, corazón comunal
Durante décadas, el lavadero fue el lugar donde se cruzaban las noticias y los secretos del pueblo. Hoy está restaurado y conserva su encanto.
6. Vecinos y silencio
Apenas 18 personas viven todo el año. Sin embargo, en verano y fines de semana el pueblo revive con descendientes que regresan a las casas familiares.
7. Pueblos hermanos
Madriguera forma parte de los llamados Pueblos Rojos y Negros de la Sierra de Ayllón, junto a El Muyo, Becerril o El Negredo. Cada uno debe su color a la piedra de su suelo.
8. Minerales escondidos
En su entorno hubo antiguas explotaciones de caolín, grafito y pizarra. El hierro y la arcilla fueron, literalmente, los cimientos del color del pueblo.
9. Panorámicas de otro tiempo
Desde la entrada del pueblo se divisa el macizo del Pico del Lobo. Al atardecer, las fachadas se encienden con tonos cobrizos imposibles de imitar.
10. La nostalgia como tesoro
Pasear por Madriguera es recorrer una postal antigua: muros torcidos, calles sin prisa, puertas de madera claveteadas y silencio de campo. Un lugar donde lo extraordinario es que todo sigue igual.
En Madriguera, el tiempo no se detuvo: simplemente aprendió a ir más despacio.
Entre las piedras rojas y el rumor del viento, uno entiende que no hace falta mucho más que silencio, luz y memoria para que un pueblo siga vivo.
Aquí todo parece arder sin fuego: las casas, el paisaje, y esa sensación de estar en un lugar que se defiende con belleza.
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