la noche que cambió su historia

La madrugada del 6 al 7 de marzo de 1862, Segovia vivió una de las noches más trágicas de su historia. El Alcázar, símbolo de la ciudad y testigo de siglos de poder y reyes, quedó envuelto en un incendio devastador que amenazó con borrar para siempre su silueta de cuento. Las campanas repicaron con urgencia mientras los segovianos corrían hacia el recinto. Desde las casas del barrio de San Marcos se veía cómo las llamas devoraban las torres, el tejado y los salones reales. El fuego, avivado por las vigas de madera y los fuertes vientos, se extendió con rapidez por todo el edificio.
Un incendio que marcó una época
El origen del incendio sigue siendo motivo de debate, aunque la versión más aceptada apunta a un accidente en las dependencias de la Academia de Artillería, que ocupaba entonces el Alcázar. Una chispa o descuido bastó para que las llamas se propagaran por la techumbre y el mobiliario.
A pesar del esfuerzo de los vecinos, soldados y autoridades, el fuego arrasó durante casi ocho horas. El resultado fue desolador: se desplomaron los tejados, ardieron los artesonados mudéjares y se perdieron valiosas obras de arte y archivos históricos. Solo las gruesas paredes de piedra resistieron el desastre.
De las cenizas, un nuevo Alcázar
Tras el incendio, el Alcázar quedó reducido a un cascarón ennegrecido. Durante años, su restauración fue un asunto pendiente, hasta que a finales del siglo XIX comenzaron los trabajos para devolverle su grandeza.
El arquitecto Antonio Bermejo y Arteaga lideró la reconstrucción entre 1882 y 1896, inspirándose en grabados y dibujos antiguos, pero también aportando su visión romántica. De su mano nacieron los tejados de pizarra en forma de aguja y muchos de los detalles que hoy identificamos como “el Alcázar de cuento” que corona la ciudad.
Lejos de ser una copia exacta del original, el Alcázar reconstruido es una mezcla de fidelidad histórica y creatividad arquitectónica. Gracias a aquella restauración, el monumento recuperó su esplendor y volvió a ser símbolo del orgullo segoviano.
Un símbolo que renació del fuego
El incendio del Alcázar no solo destruyó parte de su pasado, sino que también dio origen a su imagen moderna. Hoy, su silueta afilada y majestuosa parece salida de una leyenda, recordando que incluso las tragedias pueden engendrar belleza. Cada visitante que contempla el Alcázar desde el mirador de Zamarramala o desde el valle del Eresma observa un edificio renacido. Un castillo que ardió, resurgió y se convirtió en uno de los monumentos más fotografiados de España.
Hoy, el Alcázar sigue siendo testigo de la historia segoviana, guardando en sus muros la memoria de aquella noche de 1862… cuando el fuego casi apagó su leyenda, pero no su espíritu.





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